martes, 15 de septiembre de 2009

a penas rozaba los cinco años, Valentina era una niña medio argentina que vivía en un pueblecito cercano a la costa.
Esta iba a ser la primera vez que dormía fuera de casa, la primera aventura traspasando las paredes conocidas y parecía ser que estaba a mi cargo.
Tal vez será porque a los mayores nos gusta perder la ilusión, pero seguro que más de uno hubiera pagadoo por sentir ese nervio desbordado, ese miedo a la oscuridad sin paredes, a la tela triangular acostada en el suelo.

Le propuse un trato a ella y a su timidez...cada vez que ella necesitara un poquito de cariño, un roce, una mirada, una sonrisa....ella debía guiñarme un ojo.

Es curioso cómo, un miedo es capaz de transformarse en juego. Fueron dos días de lluvia, guiños, abrazos y besos se confundíen entre ellos.
Valentina, fue muy valiente...y yo me alegré de que el miedo existiera.