sábado, 19 de diciembre de 2009

CORTINA.

Era más que un pedazo de tela, era la brisa en ella, el aire entrando en la habitación de buena mañana, ondulando las luces proyectadas en la pared.
La que me acompañaba cuando era chica, era espesa. Cuando despertaba, la poca luz entre sus rendijas la convertían en una pantalla de colores, con sus escenas de dibujos, por mi ya memorizadas.
Parecen dormir cuando las ventanas permanecen cerradas, o cuando aún abiertas, no las mueve el viento.
Y cobran vida, y cambian el ritmo. Ydibujan con sus formas. Las siestas de verano hipnóticas que me pasa en vela.
Esa otra cama, bajo la ventana le hacía tocarme, lenta y suave, quedándose pegada a mi, a veces, olas en vaivén.
Huelen, se empapan del aire. Atrapan el polvo, cambian su color...
Aquellas, a orilla del mar, solo veían la luz en los meses de calor. Humedas siempre, aún estando secas, con arena y sal.
Corre corre que te pillo, rondando entre ellas. Los primeros trucos de magia, desapariciones increibles, acurrucada entre sus ondas, pequeña y engullida. Eran telón de mis primeras actuaciones.
Y el cobijo de mis enfados. Estar detrás de una cortina era desaperecer del mundo.
La misteriosa barrera semitransparente, para que nadie me viera desde afuera, para yo intuir al través.
Filtros de inetercambiables vestidos para cada lugar y ocasión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La cortina es como el devenir de la vida, cuando se es chica, espesa, pues poco podemos ver más allá de ella y nos resguarda. Después cobijo de enfados que te permiten desaparecer del mundo y con el tiempo barrera “semitransparente”, imposible de refugiarnos y mantenernos a salvo.