sábado, 14 de abril de 2012

las palabras estaban ahí
amontonadas
conforme salían de su boca iban cayendo cual plumas sobre el espacio en el que se concibieron.
Algunas quedaron escritas...las más simple aire...una vez dichas, se perdían en el vacío del silencio.

Estaban ahí habitando con él... cada día,les quitaba el polvo, las miraba, tan transparentes y huecas.
La muda de lo que fueron.
Pero eso le bastaba para recordar cómo le perforaron el corazón cuando fueron dichas por aquella boca.
Les sacaba brillo, las repetía en voz alta, para que ni ellas mismas se olvidaran de qué eran, qué podían significar.

Y así, pasaban los días.
Y las palabras se iban destiñendo.
El hombre no sabe que las palabras no pueden ser eternas.
Que nosotras, las personas, como los arboles caducos, dejamos caer nuestras palabras....para que alimenten nuestro alrededor...
Y las palabras que reinaban su pieza, aquellas que le mantenían en parte vivo, empezaron a volcarse en sus estantes... comenzaron a fluir sus letras por dentro de ellas, se iban vaciando linea a línea, trazo a trazo, perdiendo su tipografía, su entonación, perdían el timbre, pronunciación, idioma....

Las palabras se vaciaron y él cayó derrumbado en el suelo.
su vida había girado entorno a palabras, esas...otras ...
con lágrimas en los ojos, sin poder a penas ver sus pasos, abrió la ventana para tirar la huella de ESAS palabras...las que le habían perforado el alma...
Procuró prometerse que a sí mismo que desde ese momento en adelante, todas las palabras que llegaran a su corazón, deberían volar con tanta prisa como peso tuvieran en su corazón.

No mienten las palabras, pero sí vuelan.
Ni tiene por qué mentir la voz que las pronuncia, el corazón que las pare.... pero los momentos al igual que las palabras, duran lo que una respiración.... oxígeno....dióxido....

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