jueves, 3 de mayo de 2012

Allá se amontonaban las pieles, cuerpos y deseos, todos envasados en forma de recuerdos.
Más allá, todas las fotografías que había hecho con su mirada, colgadas en su retina,  20 frames por segundo.
Y las músicas de las noches en vela, de lo bailes a oscuras. Del ir y venir de la nada a su cuerpo, a los suyos, de los nuestros y vuestros. El roce, magnético.
En el universo eterno de los ojos cerrados, sin más en la nada del oscuro párpado, con aliento por norte y susurro de piel como tierra firme.

Se sumaban las voces.
Se restaban las ausencias.
Y las paredes, en su discurso perpetuo de piedra y gotelé enrarecido.

Si la vida fuera más de barro... y hundir sus dedos en ella.
Si fuéramos amasijo de pieles y fuera mas fácil traspasarnos.
Si la empatía calara con la lluvia.
Si los suspiros derribaran muros.
Si con una caricia nos detonáramos en intenso escalofrío...

y se enmudeció en pleno grito, anclado a los pies de su cama.

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