miércoles, 6 de marzo de 2013

cerrando los ojos, intenta juntar la arcilla suficiente para formar su rostro,
sin encontrar la forma exacta que definía sus facciones.
Y amasando con los dedos aquel volumen reconoció que no existía,
que la imagen de su mente se le escurría, borrosa, indefinida.
Había visto su cara tantas veces de lejos que sería capaz de reconocer su expresión.
Había intuido sus ojos, su piel, tan de cerca, que el conjunto carecía de sentido hasta el punto de no reconocer
muy bien si era esa misma persona.
Absorta y llena de barro sintió que la forma exacta no era posible.
Descubrió que la forma perfecta pasaba por nombrarlo, sentirlo, soñarlo... siendo esto suficiente para que su cuerpo se hiciera a la forma, para que su piel se estremeciera, sus labios se humedecieran.
Que ninguna imagen era válida más allá de la de su mente y su sentir.
Y el barro, se secó hasta resquebrajarse, cayendo en pequeños bloques que más tarde eran pisados hasta convertirse en arena.

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